Fe y Vida | José María Ballester Esquivias
13 de diciembre: santa Lucía, virgen y
mártir
Siendo una niña, Lucía de Siracusa juró dedicar su
virginidad a Dios y más aún cuando sus padres la instaron a casarse con un
pagano que la deseaba. Desconcertado e irritado por la negativa, el
pretendiente denunció a Lucía ante el prefecto romano Pascasio; la joven
terminó siendo llamada a juicio. Durante el interrogatorio, las palabras del
prefecto se estrellaban una y otra vez contra la firmeza demostrada por la
joven.
Cuando Pascasio la amenazó con llevarla a un
prostíbulo, Lucía respondió: «Aunque el cuerpo no sea respetado, el alma no se
mancha si no acepta ni consiente el mal». Inmediatamente, el prefecto ordenó el
traslado al prostíbulo, pero los soldados no lograron moverla de su sitio, por
lo que decidieron rodearla de una hoguera. De nuevo, Lucía resistió, dejando
claro que no había llegado el momento de entregar su vida: «He rogado a mi
Señor Jesucristo a fin de que no me domine este fuego».
En un momento dado Lucía despareció entre las llamas,
pero al apagarse éstas, sus agresores comprobaron que no había sufrido el menor
daño. No les quedó más remedio que emplear los métodos más brutales: le
arrancaron los ojos y le atravesaron el cuello con una espada. Era el 13 de
diciembre del año 300. Santa Lucía es la patrona de los invidentes y de las
modistas.
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