Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
“Mi casa es casa de oración”
(21
de noviembre 2025, lecturas: 1 Macabeos 4,36-37.52-59. Lucas 19,45-48. cf. Lc
19,46; Is 56,7)
Aquí
tienen una homilía clara, bien estructurada en 7 puntos, sobre las lecturas del
día (1 Macabeos 4,36-37.52-59 y Lucas 19,45-48), con el tema central: “Mi
casa es casa de oración” (cf. Lc 19,46; Is 56,7). Es adecuada para una misa
diaria o dominical.
Hermanos
y hermanas:
1.-
Un templo profanado y recuperado
En
la primera lectura vemos a Judas Macabeo y sus hermanos decididos a
purificar y redificar el Templo de Jerusalén, profanado por los paganos. No
se conforman con la derrota: suben al monte Sión, limpian el santuario,
reconstruyen el altar y Ocho días de fiesta, alegría inmensa, y nace la fiesta
de la Dedicación del Templo.
¿Qué
nos dice esto? Que Dios no se resigna a que su casa quede profanada. Él
quiere recuperarla, restaurarla, volver a habitarla.
2.-
Jesús entra en su Templo y encuentra… un mercado
Siglos
después, el mismo Templo, ya reconstruido suntuosamente por Herodes, vuelve
a estar profanado. Pero esta vez no son ídolos paganos, sino algo más
sutil: el comercio, el ruido, los intereses económicos han invadido el lugar
sagrado. Jesús entra, ve todo esto y grita: “Está escrito: ‘Mi casa será
casa de oración’, pero vosotros la habéis convertido en ‘cueva de
bandidos’”.
Y
no se queda en palabras: expulsa a los vendedores. Es un gesto fuerte,
casi violento. Porque cuando la casa de Dios deja de ser casa de oración, algo
en el corazón del pueblo se rompe.
3.-
¿Qué es realmente una “cueva de bandidos”?
No
son solo los que vendían palomas y cambiaban dinero. Es cualquier realidad
que roba a la casa de Dios su verdadera identidad: el bullicio que ahoga el
silencio, la rutina que reemplaza la adoración, la hipocresía que disfraza la
falta de conversión. Jesús no critica el Templo en sí, critica lo que el
hombre ha hecho con él.
4.-
Nuestra propia vida es templo de Dios
San
Pablo lo dirá después: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu
de Dios habita en vosotros?” (1 Cor 3,16). Hoy la pregunta no es
solo “¿qué pasa en las iglesias de piedra?”, sino “¿qué pasa en el templo de mi
corazón?”.
¿Está
mi vida convertida en “casa de oración” o en “cueva de bandidos”? ¿Qué
“mesas de mercaderes” tengo que volcar hoy?: el rencor, la pereza
espiritual, el apego al dinero, el orgullo, las adicciones, las relaciones
tóxicas…
5.-
La purificación siempre empieza por una decisión valiente
Judas
Macabeo no esperó a que otros limpiaran el Templo: él y sus hermanos
subieron y lo hicieron. Jesús no esperó a que los sacerdotes reaccionaran:
Él mismo tomó la iniciativa.
También
nosotros necesitamos decisiones valientes. No basta lamentarnos de que “ya
no rezo como antes” o “mi vida está desordenada”. Hay que subir al monte,
entrar en el templo del corazón y empezar a tirar lo que sobra.
6.-
La oración es el fuego que mantiene vivo el templo
Fíjense
en el detalle final del evangelio: después de la purificación, “Jesús
enseñaba todos los días en el Templo” y el pueblo “estaba pendiente de él”.
Donde hay oración auténtica, hay presencia de Jesús, hay pueblo que escucha,
hay vida.
Sin
oración, cualquier templo (el de piedra o el del alma) termina convertido en
mercado o en ruina.
7.-
Encendamos hoy nuestras lámparas
Los
Macabeos, al redificar el Templo, encendieron de nuevo la menorá, y la
tradición cuenta que una sola vasija de aceite puro duró ocho días.
Pidámosle
al Señor que encienda hoy en nosotros el fuego de la oración verdadera.
Que nuestra vida, nuestra familia, nuestra parroquia, vuelvan a ser casa de
oración. Porque una casa donde se ora es una casa donde Dios habita, donde
hay paz, donde hay luz.
Conclusión:
María,
la mujer de la oración y del sí, ayúdanos a limpiar y a consagrar de nuevo el
templo de nuestro corazón. Que nunca más sea cueva de bandidos, sino morada de
tu Hijo. Amén.
Que
el Señor los bendiga y los haga auténticas “casas de oración”.


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