Vida Religiosa | Salvatore Cernuzio
Francisco y sor Francisca,
el inesperado encuentro entre el Papa y la religiosa de 94 años
En una
peregrinación con un grupo de Nápoles, la hermana Francisca Battiloro, quien
lleva 75 años en clausura, rezaba en la Basílica de San Pedro cuando, de
repente, se encontró con el Papa que se dirigía a la plaza: «Le había pedido a
Dios que me hiciera encontrar con él, pero parecía imposible. En cambio, me lo
hizo encontrar». La broma del Papa Bergoglio a la monja que le estrechaba la
mano: "¿Eres una de las monjas de Nápoles?", en referencia al
afectuoso 'asalto' a las monjas en la Catedral
Sor Francisca Battiloro se llevó la
mayor sorpresa de su vida a la edad de 94 años, 75 de los cuales transcurridos
en clausura como visitandina. «Le pedí a Dios: “Quiero encontrar al Papa”. Y
sólo a Él, ¡eh! A nadie más... Pensaba que era imposible, pero fue el Papa
quien vino a mi encuentro. Parece que cuando pido algo al Señor, siempre me lo
concede…».
La religiosa, que entró en el
monasterio a los 8 años y tomo los votos a los 17, en un momento en el que su
vida corría grave peligro a causa de una obstrucción intestinal (su historia
aparece en la portada de L’Osservatore di Strada de abril), ha salido esta
mañana temprano de Nápoles con un único deseo: vivir el Jubileo de los Enfermos
y el mundo de la Sanidad. Junto a ella, un grupo de amigos y familiares. En
silla de ruedas, con la vista reducida, Sor Francisca –nacida Rosaria pero que
tomó el nombre del fundador de la Orden de la Visitación, San Francisco de
Sales, el santo que, según ella, la curó en sueños– quiso pasar por la Puerta
Santa de la Basílica de San Pedro. Dada su frágil condición, se le permitió
vivir el momento en privado mientras se celebraba la misa en la plaza con
20.000 fieles.
La sorpresa del Papa
Sor Francisca estaba orando frente
a la tumba del apóstol cuando de repente vio llegar a un grupo de hombres con
chaqueta y corbata. En el medio, otra silla de ruedas, la del Papa. Francisco,
en su primera salida desde que fue ingresado en el Gemelli por una neumonía
bilateral, se confesó, rezó y atravesó la Puerta Santa. Estaba en la Basílica
para salir y dar un saludo sorpresa a los participantes en la celebración
jubilar. Probablemente tampoco esperaba encontrar al pequeño grupo arrodillado
en la nave central; menos que menos sor Francesca lo esperaba, aunque algo se
movía en su corazón. “Se lo había pedido a Dios”, dijo a los medios vaticanos
que la contactaron por teléfono durante el viaje de regreso a Nápoles.
"Las dos sillas de ruedas se encontraron"
«Las dos sillas de ruedas se
encontraron. ¡Qué hermoso, qué hermoso! —repite la hermana Francisca. Y sonríe
al contar cómo tomó la mano del Papa y no la soltó por la emoción. Y Francisco,
con la voz quebrada aun recuperándose, pero con el tono irónico que lo
distingue, le dijo a la religiosa: "¿Usted es una de esas monjas de
Nápoles?". Una broma en referencia al inolvidable episodio de hace
exactamente diez años, en 2015, cuando el Papa, en la Catedral, durante su
visita a la archidiócesis napolitana, fue rodeado cariñosamente por un grupo de
monjas de clausura que lo abrazaron, mientras el cardenal Sepe las llamaba al
orden: "Hermanas... hermanas...".
Sor Francisca Battiloro no estaba
dentro del grupo, pero estaba en la Catedral ese día y no había podido saludar
de cerca al Papa. Otro Pontífice, san Juan Pablo II, en cambio lo había
encontrado más de una vez cuando fue a visitar el Monasterio de Gala Placidia
en Roma, donde había sido "prestada" como enfermera. Pero nunca había
conseguido pasar diez minutos cara a cara con un Papa, como ocurrió hoy. «Estoy
contenta, ¡quién lo hubiera esperado! Le besé la mano y él también parecía
contento… Realmente es un periodo en el que Dios me está escuchando, incluso en
las pequeñas cosas”.
Orando por la salud de Francisco
Después de ver al Papa Francisco,
Sor Francisca presentó otra petición al Señor: «Que me deje morir en el acto
del puro amor. Esto es lo que deseo: el encuentro definitivo con Él. Quiero ir
me con Él, he vivido tantísimo». También se lo explicó al Papa y le aseguró sus
oraciones durante este periodo de convalecencia: «Le dije: Santidad, estoy
rezando muchísimo, he ofrecido mi vida a Jesús para que usted se sane, y yo, en
cambio me voy…». Él sonrió. «Me voy a casa contenta. Deseaba tanto este
encuentro… tanto, tanto, tanto».
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