No es lo mismo ni
es igual | Pablo Mella, sj
Colombia como
espejo del necesario pacto social
Nuestro hermano
país de Colombia ha experimentado durante el mes de abril de 2021 una auténtica
sacudida social. Creemos que lo vivido recientemente por los colombianos puede
servir de espejo de la realidad dominicana. Aunque los procesos de distintas
sociedades nunca son idénticos, pueden ser comparables. Al ser testigo por los
medios noticiosos y los mensajes de personas amigas de los acontecimientos
colombianos he concluido que quienes convivimos en suelo dominicano podemos
aprender mucho de la realidad colombiana.
Solo una fiscalidad orientada al bien común podrá contribuir a una reactivación económica del país caracterizada por la equidad
Esta convicción fraguó al recibir por WhatsApp una carta pública firmada por los rectores de las principales universidades colombianas, fechada el 5 de mayo de 2021. En brevísimas palabras, los rectores hacen una radiografía de la situación que paso a comentar, destacando las grandes similitudes que percibo con la realidad dominicana. Hasta cierto punto, el estallido social de Colombia puede tenerse como una alarma de alerta acerca de la posibilidad de un estallido similar en nuestro país, pues las dinámicas de ambas naciones participan de una dinámica regional común a toda América Latina.
Los rectores colombianos firmantes de la carta comienzan expresando un reconocimiento al movimiento social que ha protagonizado las manifestaciones de protesta que sacudieron el país sudamericano la última semana de abril y los primeros días de mayo de 2021. Este reconocimiento resulta muy importante, pues los organismos de seguridad colombianos habían respondido a las protestas tirando a matar. En la segunda semana de mayo, se contabilizaban diecinueve muertos y cientos de heridos por causa de las protestas, así como docenas de desaparecidos.
Sin embargo, este
reconocimiento del movimiento social no llevó a los rectores a hacer una
lectura romántica de la protesta. La llamada al diálogo se hizo urgente y se
exigió el respeto a la propiedad privada legalmente usufructuada. El diálogo que
proponían los rectores tenía que señalarse por estas cualidades: amplitud,
inclusión y honestidad. Ojalá lo mismo se cumpla en nuestro país en los
procesos anunciados recientemente para un pacto social. No se puede decir que
la lista de convocados a la UASD el martes 18 de mayo para el pacto social
responda a esos criterios; llama a preocupación además la retahíla caótica de temas
a pactar. Nuevamente, la gran población dominicana, la que no pertenece a
centrales sindicales desgastadas ni al sector empresarial gremialista, quedó
excluida.
Los rectores colombianos
propusieron para el diálogo seis puntos clave que están entrelazados. Los
describieron como “temas estructurales”. Creemos que el pacto social que
necesitamos en República Dominicana debería abordar prácticamente los mismos
puntos.
1.
Pacto fiscal y desarrollo económico y social incluyente. Se trata de diseñar y poner en
práctica una política fiscal basada en auténticos acuerdos sociales y políticos.
Esta fiscalidad no puede responder al discurso neoliberal que nos rodea de
“marca país”, sino cimentarse en “los derechos de las poblaciones,
especialmente de las más vulnerables”, según las palabras de los rectores. Solo
una fiscalidad orientada al bien común podrá contribuir a una reactivación
económica del país caracterizada por la equidad. Desde el punto de vista del modelo
de desarrollo, servirá además para el respeto del medio ambiente y una
consideración equitativa de los territorios, no solo de la capital ni de polos
turísticos depredadores del tejido social y natural.
2.
Derecho a la salud y sistema de salud. Para los rectores colombianos, el primer paso en esta
temática consiste en reconocer las debilidades del sistema de salud del país. En
República Dominicana se suele hacer lo contrario: se cantan las maravillas de
lo que se va logrando y se quiere dar la sensación de que todo está
prácticamente solucionado. La apuesta ha de ser por la implementación de
mecanismos que garanticen el acceso universal, equitativo y de calidad a la
salud pública colectiva e individual. Es necesario confirmar con pasos firmes
que la salud no puede estar encorsetada por la lógica del mercado; la salud es
un derecho. En el país no se ha considerado
como antiético, por el conflicto de intereses que supone, haber nombrado al
vicepresidente de la Asociación de Clínicas Privadas (ANDECLIP) como ministro
de salud pública; en el mundo de la vida dominicano se presupone que los
emprendedores exitosos de iniciativas privadas están automáticamente exonerados
de escrutinio público. Tampoco se han tomado medidas razonables para regular el
negocio de las llamadas aseguradoras de riesgos de salud (ARS), a lo que debe
sumarse la regulación adecuada (si no la desaparición) de las administradoras
de fondos de pensiones (AFP).
3. Fortalecimiento de la democracia e implementación plena de la Constitución. En el caso colombiano, se hace
referencia a la conquista democrática que supuso el texto constitucional de
1991. Gracias al proceso llevado entonces, el texto constitucional define a
Colombia como un Estado Social de Derecho, estatuyendo como marco jurídico un
amplio reconocimiento de derechos. La Constitución dominicana de 2010 hace lo
mismo en sus artículos 7 y 8. Sin embargo, observan los rectores que la eficacia
de este marco constitucional depende de la efectiva separación de los poderes y
la autonomía de los órganos de control estatales. Igualmente, señalan la
necesidad de profundizar los diálogos sociales para afinar los consensos
fundamentales requeridos para un ejercicio legítimo y democrático del poder. En
ese sentido, hace falta una profunda revisión del papel, los resultados y la
legitimidad del Consejo Económico y Social (CES), estatuido por el artículo 251
de la Constitución, así como preguntarse por la implementación de las
instancias de participación que prevé la ley de municipios.
4.
Implementación plena de los Acuerdos de Paz como condición de convivencia
democrática. Este es un punto
peculiar de Colombia, sumida en guerra interna de guerrillas desde los años 60
del siglo XX. En 2016, el gobierno de Juan Manuel Santos firmó con las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) un acuerdo de paz para librar al
país de la violencia armada. Sin este acuerdo no habría condiciones en el país
hermano para concertar las reformas políticas necesarias. Sin embargo, aún
parece necesario garantizar un Estado real participación ciudadana en la
construcción de la nación, proteger la vida de las personas, promover el
desarrollo rural con un enfoque territorial y hacer sentir la institucionalidad
del Estado en los territorios. Las similitudes con la realidad dominicana son
fáciles de imaginar. Necesitamos acuerdos para la seguridad ciudadana, mantener
las campañas contra el feminicidio, aminorar considerablemente el poder asesino
y delincuencial del narcotráfico y dar los pasos hacia la prohibición del porte
de armas de fuego.
5. Estado de Derecho, protesta social y fuerza pública. No se puede caminar hacia un clima de
paz y convivencia sin construir mecanismos sociales, legales e institucionales que
garanticen el respeto a la vida, la dignidad y los demás Derechos Humanos para
todos los ciudadanos. Como en Colombia, para quienes viven en territorio
dominicano es tarea pendiente asegurar el derecho a la protesta social y prevenir
el uso desproporcionado y arbitrario de la fuerza pública contra quienes
ejercen este derecho. El uso indiscriminado de la fuerza pública también ha
segado la vida de ciudadanos inocentes, en episodios oscuros que se asemejan a
arreglos de cuentas entre mafiosos. Por otra parte, el clima de inseguridad
amenaza la protección de los bienes públicos y privados, así como la integridad
física.
6.
Derecho a la educación y acceso equitativo al conocimiento. El movimiento social más importante de
los últimos años en suelo dominicano ha sido por la educación. Se ha logrado la
parte presupuestaria; pero no se ha conseguido transformar la cultura educativa
misma. Los planes de educación responden a los esquemas impuestos por las
grandes organizaciones transnacionales, que necesitan de mano de obra flexible
para el capital globalizado. Así se ha impuesto el llamado enfoque de
competencias de manera mimética, sin que se vean los resultados del supuesto
cambio curricular. Como en Colombia, sigue siendo una tarea central el asegurar
una educación universal y de calidad que forme ciudadanos autónomos y
socialmente responsables. Esta tarea es de todos; aunque quizá sea el
profesorado quien deba llevar el liderazgo de la respuesta a este desafío, pues
la educación de calidad se lleva a cabo primordialmente en torno al aula y al
proceso íntimo de enseñanza aprendizaje. De ahí la importancia de seguir
formando docentes de calidad para el nivel preuniversitario.
Los concitados rectores colombianos despiden su carta poniendo a
disposición del país sus capacidades académicas y ofrecen sus universidades
como espacios de diálogo para avanzar en la búsqueda de acuerdos. Todo
dominicano y toda institución dominicana puede preguntarse lo mismo: ¿qué nos
toca hacer concretamente para mejorar el desarrollo personal, la convivencia
pacífica y la actividad productiva en esta tierra que compartimos? El pacto
social que necesitamos comienza por la propia casa. ADH 857.
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